Su consumo divide a la población entre aquéllos a quienes les encanta, y quienes no lo toleran e incluso les hace daño. Para muchos es una sabrosa golosina que les produce una sensación de bienestar cuando la ingieren.
El chocolate causa placeres extraños. Hay quienes dicen que es afrodisíaco, y que hasta produce alucinaciones. Incluso existe la idea de que las personas curan su soledad comiendo chocolates. Sin embargo, hay individuos que no lo toleran.
De acuerdo con su nivel nutrimental, el chocolate se caracteriza por su elevado contenido energético. Si bien la base para la preparación de una tableta de chocolate es la manteca de cacao, las distintas proporciones de la misma (amargo, entre 50 y 90%; semidulce o con leche, menos del 50%, y blanco, por lo menos 20%), la mezcla de diferentes cantidades de azúcar y leche, además de la incorporación de otros ingredientes como nueces, pasas, avellanas, entre otros, permiten la existencia en el mercado de una gran variedad de tipos y sabores de este producto. La preferencia por un tipo u otro de chocolate depende de la mezcla de ingredientes, así como del gusto y estilo de cada persona.
No es esencial reconocer las sustancias responsables de la euforia que provoca el chocolate para poder disfrutarlo, pero es importante la información acerca de las mismas si se quiere comprender por qué causan esa sensación de alegría y bienestar. Antes de que se hicieran los análisis químicos del chocolate, nadie se imaginaba que una sustancia aceitosa con olor a pescado, como la feniletilamina, fuera la responsable de los efectos placenteros y desagradables del chocolate; es más, al probarlo no se percibe esta sustancia. De hecho, ninguna tableta de chocolate huele a pescado.
Resulta importante identificar las sustancias responsables de los distintos efectos del chocolate, porque todo lo que contenga feniletilamina provocará los mismos efectos. Algunas otras sustancias identificadas en el chocolate y en especial en la manteca de cacao, son la serotonina, la teobromina y la cafeína. Todas ellas actúan a nivel del sistema nervioso central mejorando el estado de ánimo de quien lo consume.
Por supuesto, una persona puede identificar empíricamente las sustancias que le causan malestar sin mayor conocimiento, pero cabe recordar que esto permite modificarlas y tratar de controlar sus efectos.