Con este término se designa al comercio ilegal de sustancias prohibidas –conocidas en forma común como drogas– que circulan a través de los territorios nacionales e internacionales por vía aérea, marítima o terrestre. Sin embargo, el término ha adquirido un significado más amplio, ya que hoy abarca desde el cultivo de las plantas de las cuales se obtienen las diferentes drogas, el procesamiento industrial al que se les somete para sintetizarlas –en los casos en que es necesario– y su distribución en los mercados para su consumo.
Las drogas son sustancias que alteran el funcionamiento normal de un organismo, ya sea desde el punto de vista físico o mental. Se clasifican según los efectos que producen en el sistema nervioso central y reciben las denominaciones de narcóticos, estimulantes, depresores y alucinógenos. Otra forma en que se clasifican es como legales e ilegales; entre las drogas legales de origen natural figuran el café, el tabaco y el alcohol, cuyo uso es aceptado por la sociedad. En ciertos casos estas sustancias reciben promoción, por lo que tienen un amplio consumo en todo el mundo, lo mismo que algunos solventes de uso industrial. Entre las drogas ilegales naturales se cuentan la marihuana, la cocaína, la heroína, la morfina y la efedrina, mientras que las anfetaminas y las metanfetaminas son sintéticas.
El narcotráfico tiene una importancia fundamental en las relaciones internacionales actuales, ya que su presencia rebasa las fronteras e involucra a países que pueden estar relativamente alejados entre sí. Los países productores son, generalmente naciones en vías de desarrollo en donde las condiciones socioeconómicas –pobreza y desempleo, principalmente– son factores que favorecen el cultivo de plantas de las cuales se extraen dichas sustancias, que son enviadas a través de un comercio ilegal a las sociedades consumidoras, por lo regular de países desarrollados.
En consecuencia, las rutas del narcotráfico se dan en dos grandes escenarios: uno de ellos es de América Latina hacia Estados Unidos y el otro va de África y el sur de Asia rumbo a Europa. Los países identificados en los últimos años como productores de drogas son Colombia, Bolivia y México, por un lado, y Afganistán, India y Pakistán por otro, en tanto que los países consumidores son Estados Unidos y Europa en general.
En América Latina el tráfico de drogas está controlado por agrupaciones consideradas delictivas, que poseen una estructura jerárquica encabezada por una persona o un grupo de personas que centralizan la toma de decisiones. A esas organizaciones se les denomina cárteles. Los cárteles cuentan con numerosos integrantes que se dividen actividades específicas para realizar el tráfico de sustancias. Poseen armamentos de gran potencia y la disputa de las rutas y de los mercados deriva en constantes enfrentamientos que alteran significativamente la vida cotidiana en los países en que actúan. A fines del siglo XX se extendió el uso del término "colombianización", que designa la inestabilidad social que se manifiesta en Colombia derivada de la disputa de espacios por parte de los cárteles, que se enfrentaban constantemente con efectivos policiales y militares y que provocaron la muerte de muchas personas. Esa situación se ha extendido a otras regiones del mundo, entre ellas México.
El narcotráfico influye notablemente en la dinámica social y económica del mundo empresarial, con lo que han provocado prácticas de corrupción en instituciones encargadas de combatirlo, como las instancias judiciales y militares, hechos que constantemente se denuncian en muchos países, tanto productores como consumidores. Las ganancias que genera el tráfico de drogas alcanzan cifras muy elevadas y eso explica el acceso que tienen los narcotraficantes a armamento de alto poder, a equipos de transporte y a laboratorio eficientes, así como la posibilidad de reclutar personal para la ejecución de sus labores.
El consumo de drogas en las sociedades desarrolladas es elevado y eso ha obligado a los gobiernos respectivos a tomar medidas para impedir el narcotráfico. En particular, Estados Unidos aplica una política de sanciones a los países que –bajo criterios señalados por dicho gobierno– no combaten la producción y el movimiento de drogas a su satisfacción, y ha llegado al extremo de colocar efectivos militares en Colombia para desalentar la producción de drogas. Este tipo de acciones, empero, no ha acabado con el problema; por lo que es indispensable encontrar métodos eficaces para erradicar el narcotráfico en sus tres fases: producción, procesamiento y transporte. Es evidente que el gobierno estadunidense sólo ataca un flanco del problema, el narcotráfico en sí mismo, y parece no considerar que el mercado más importante del mundo para el consumo de sustancias prohibidas reside dentro de su propio país.
Con el fin de disminuir el narcotráfico se ha propuesto legalizar el consumo de ciertas drogas, lo que tendría que hacerse mediante un control estricto de las cantidades y situaciones específicas en las que podrían consumirse. Algunas naciones, como en los Países Bajos, permiten el consumo legal de algunas sustancias, lo que ha creado una intensa polémica en ese país y en otras partes del mundo.