El Estado asume funciones muy diversas y así lo consignan Joan Nogué Font y Joan Vicente Rufí, geógrafos españoles, quienes ofrecen una síntesis de las actividades que realiza el Estado. En primer lugar –dicen– le corresponde mantener la gobernabilidad dentro de su territorio, la integridad del mismo y ocuparse de las relaciones con los demás Estados, aparte de conducir la economía, en la que es fundamental la dirección de la política monetaria. Todo ello con el objetivo de proteger el interés nacional.
Para otros especialistas, el Estado debe controlar la inversión y el consumo social. La primera se refiere a la creación de condiciones propicias para la producción de riqueza y el segundo consiste en que el Estado debe garantizar la reproducción del sistema social; el consumo social, a su vez, evita conflictos sociales que pongan en entredicho la legitimidad del sistema.
Desde otra perspectiva, al Estado le corresponde la protección de los ciudadanos sometidos a su soberanía y ejercer arbitraje para solucionar los conflictos surgidos entre los ciudadanos y sus intereses. Le compete también mantener la cohesión entre la población y el territorio, a través de la creación de elementos simbólicos y la divulgación ideológica afín a los intereses nacionales. También es de su competencia la creación de condiciones óptimas para el mejoramiento de la productividad y, finalmente, debe organizar un sistema administrativo que realice las funciones que le son propias; es decir, debe establecer y mantener un aparato burocrático.
De no existir el Estado se tiende a la anarquía (ausencia de poder), donde prevalece la ley del más fuerte. Ejemplos de periodos de anarquía se muestran durante las guerras civiles, las revoluciones o la nula presencia del Estado, como lo ejemplifica la guerra en Irak a partir de la invasión anglo-estadunidense de 2003.