Nuestro planeta está cubierto por una capa de aire: la atmósfera. Todo lo que está sobre la superficie terrestre está inmerso en un océano de aire, lo que hace que las personas no se percaten de su peso; es más, generalmente no se cree que el aire pese.
Con un poco de ingenio se puede evidenciar que el aire pesa. Una manera de comprobarlo es con ayuda de una balanza graduada en décimas de gramo y dos jeringas de 60 ml. Deben ser jeringas sin aguja y con tapón; además, deben tener, en la parte interior del émbolo, un orificio en el cual pueda introducirse un clavo de, digamos, 4 cm de longitud, como puede verse en la figura 2.
Para realizar el experimento se nivela en ceros la balanza, se toma una de las jeringas, se le retira el tapón, se empuja el émbolo hasta el fondo y se coloca de nuevo el tapón firmemente apretado; posteriormente se jala el émbolo sin sacarlo y se coloca el clavo para impedir que el émbolo regrese hacia adentro. Así se tendrá vacío en el interior de la jeringa.
Una vez hecho lo anterior, se coloca dicha jeringa sobre la balanza. Se repite la operación con la segunda jeringa y se nivela la balanza. Enseguida, se toman una a una las jeringas y se les retira el tapón (se oirá un chasquido). Colocando luego los tapones y las jeringas sobre la balanza, se notará que hay un desequilibrio, pues las jeringas pesan más porque ahora están llenas de aire (por eso se escuchó ese chasquido al retirar el tapón de la jeringa). Esta experiencia permite concluir que el aire pesa; de hecho, está ejerciendo su peso sobre todos los cuerpos en la superficie terrestre. A este "peso" se le conoce como presión atmosférica.