Úrsula se puso de acuerdo con su madre para cocinar la célebre receta de galletas de la abuela. Una vez adquiridos todos los ingredientes, los midieron según los requerimientos de la receta y procedieron a seguir las instrucciones de la abuela:
1] Precalentar el horno a 375 ºF.
2] Pulverizar la avena en una licuadora.
3] Rallar el chocolate amargo.
4] Hacer una mezcla con la mantequilla ablandada y los dos tipos de azúcar. Batir hasta incorporar todo.
5] Añadir a la mezcla los huevos y la esencia de vainilla. Batir hasta incorporar todo.
6] Añadir la harina y la avena. Batir hasta incorporar todo.
7] Añadir el chocolate rayado, la sal, el polvo de hornear y el bicarbonato. Batir hasta incorporar todo.
8] Agregar las chispas de chocolate y las nueces. Mezclar.
9] Hacer pequeñas bolitas del tamaño de una pelota de ping pong y colocarlas en una bandeja para hornear galletas. Deben separarse unos cuatro centímetros entre sí.
10] Hornear durante 10 minutos.
Luego de leer la receta, Úrsula pensó que era obvio que los pasos 4, 5, 6 y 7 se sintetizaran en uno: sólo había que poner juntos todos los ingredientes y proceder a batir.
—¡De ninguna manera! —exclamó su madre—. Si mezclas juntos todos los ingredientes vas a producir grumos en la masa. Lo mismo ocurre si alteras el orden de los pasos; la harina, por ejemplo, sólo puedes añadirla cuando hayas incorporado el huevo; de lo contrario, es imposible mezclarla.
—Por cierto, para hacer más obvia mi ignorancia, ¿qué significa "precalentar el horno"? —preguntó Úrsula.
—Significa prenderlo y poner el marcador de temperatura de acuerdo con lo que indique la receta y dejarlo así unos diez minutos al menos —respondió su madre.
Úrsula se armó de paciencia y ayudó a su madre a mezclar y batir por turnos hasta que finalmente todo acabó en el horno.