La gestación es un proceso complejo en el que se producen importantes cambios en el organismo de la mujer, tanto anatómicos y fisiológicos como psicológicos. Durante este periodo, la familia y el entorno social cumplen papeles trascendentales para la salud del binomio madre-hijo. Cada mujer experimenta el embarazo y la maternidad de una forma particular. La actitud ante el embarazo está vinculada con su historia de vida, con el desarrollo de su identidad de género, con sus relaciones familiares y con el apoyo que obtenga de su pareja o de las personas que la rodean.
El organismo de una mujer durante la gestación es muy diferente en comparación con otros momentos de su vida. Resulta admirable la adaptación del organismo materno a los complejos cambios fisiológicos ligados al aumento progresivo de hormonas, a la formación de un nuevo ser y sus efectos. No hay un solo órgano de la madre que no sufra alguna transformación debido al embarazo.
El primer signo visible de la gestación es el cese de la menstruación (amenorrea). Posteriormente, se presentan náuseas y somnolencia; sin embargo, los signos más evidentes son el crecimiento del abdomen y el aumento de peso. En el embarazo la mujer aumenta aproximadamente 12.5 kg, de los cuales la mayor parte se adquiere en el último trimestre. Es frecuente que la mujer tenga un gran apetito durante el embarazo porque los sustratos alimenticios pasan rápidamente de la sangre de la madre al feto (véase el cuadro 3.3).
Los cambios más importantes suceden en el aparato reproductor materno. El útero, que en estado ingrávido es duro y del tamaño de una pera, adquiere la forma de un saco blando, facilitando la palpación del bebé; crece de 500 a 1 000 veces, y su peso aumenta de 40 g antes del embarazo a 1 100 g al final del mismo. Desde el primer trimestre se registran contracciones uterinas irregulares, las cuales en el segundo trimestre se pueden percibir con la palpación y más tarde con sólo colocar la mano sobre el abdomen. El riego sanguíneo uterino aumenta de 50 a 600 ml/min al término de la gestación; asimismo, se presenta un aumento de la capacidad venosa de hasta 60 veces. Por su parte, el cuello uterino sufre un reblandecimiento y adquiere un color violáceo.
En la vagina existe un aumento de vasos sanguíneos que afectan a la piel, la vulva y los músculos del periné. Esto produce que la vagina se muestre congestionada, alargada y que su mucosa cambie de una tonalidad rosa a azulada o violácea. Normalmente se presenta un flujo que varía en cantidad según el organismo; por lo general es blanquecino, espeso y ácido, probablemente para prevenir infecciones.
Los senos presentan cambios notables que empiezan desde el momento de la pérdida de la menstruación; de hecho, constituyen uno de los signos más tempranos del embarazo. El aumento de su tamaño y firmeza se debe al crecimiento de las glándulas mamarias, que en ocasiones causa dolor. Las areolas se agrandan y oscurecen, y aparecen en ellas pequeños tubérculos que permanecen hasta la lactancia; se trata de glándulas sebáceas que lubrican la areola y los pezones. La piel de las mamas se estira y se traslucen los vasos sanguíneos (véase la figura 3.12). Durante el embarazo es importante prepararlas para la lactancia: se debe dar un suave masaje en los pezones y lubricarlos con cremas neutras para mejorar su erección y facilitar la succión del bebé.
Con el progreso del embarazo, el útero, que normalmente es un órgano pélvico, pronto crece y ocupa espacio abdominal, desplazando a los intestinos y al estómago. El cambio de posición del estómago favorece el reflujo de secreciones ácidas hacia la parte inferior del esófago, lo que ocasiona ardor o pirosis. La disminución del tono y la motilidad del estómago e intestino alarga el tiempo de vaciamiento, lo que causa digestión lenta y estreñimiento. Las hemorroides se presentan con gran frecuencia debido a la compresión de venas por la parte inferior del útero grávido, así como a la constipación.
En el último mes del embarazo, el flujo placentario es de alrededor de 625 ml/min de sangre, elevando el gasto cardiaco de la madre de 30 a 40% sobre lo normal por aumento del volumen sanguíneo. Este incremento se debe, entre otros factores, al aumento hormonal de aldosterona y estrógenos, que producen retención de líquidos. Al nacer el bebé, la madre tiene de uno a dos litros más de sangre. Durante la gestación, el corazón se desplaza hacia la izquierda y hacia arriba y gira un poco; estos cambios son producto del desplazamiento del diafragma, debido al crecimiento uterino. También se presenta hipertrofia y dilatación de las cavidades del lado izquierdo. El corazón aumenta su capacidad contráctil a causa de la cantidad de sangre que recibe. Los latidos cardiacos aumentan 15 pulsaciones por minuto. La presión arterial desciende moderadamente durante la primera mitad del embarazo para después elevarse durante el tercer trimestre.
Respecto al aparato respiratorio, la embarazada debe captar oxígeno para ella y para el bebé, así como expulsar el dióxido de carbono de ambos. La frecuencia respiratoria aumenta fundamentalmente por los requerimientos fetales de oxígeno, que se incrementan de manera exponencial durante la gestación.
El aparato urinario sufre numerosos cambios importantes en el embarazo por la presión mecánica que ejerce el útero, la secreción hormonal, el aumento del volumen sanguíneo y el flujo sanguíneo renal. Durante el primer trimestre aumenta la frecuencia de micciones de pequeña cantidad de orina, y en el último trimestre puede producirse la salida de orina sin que la madre lo perciba.
Con la producción de estrógenos, la piel se vuelve más grasosa o más seca, según las características particulares de la piel materna. Las palmas de las manos se enrojecen. Áreas como la cara, el cuello, las areolas y la línea media que va del ombligo al pubis se pigmentan y adquieren una tonalidad oscura. Al distenderse la piel y dependiendo de la predisposición genética, se producen estrías por la pérdida de elasticidad, las cuales son más frecuentes en el abdomen, las mamas y los muslos.
En cuanto a las articulaciones, los principales cambios suceden en la zona adyacente al canal del parto. Las articulaciones entre el sacro y la pelvis se relajan, lo que permite que los huesos adquieran algo de movilidad y aumente la capacidad de la pelvis. Lo mismo sucede con la articulación entre el sacro y el cóccix, que posibilita a este último realizar un ligero movimiento hacia fuera durante el parto para facilitar el paso del bebé. Además, conforme progresa el embarazo, la columna vertebral presenta una mayor curvatura hacia delante de la pelvis (lordosis), lo que ocasiona variaciones en la posición.