El embrión permanece en la parte ampular de las tubas uterinas alrededor de tres a cuatro días. Posteriormente, atraviesa su porción ístmica en tan sólo ocho horas para ingresar en la cavidad uterina.
Una vez que el embrión se encuentra en el útero, se adhiere al endometrio para iniciar su implantación (véase la figura 3.7). Para que esto ocurra, el endometrio debe sufrir algunos cambios: la modificación de su estroma, glándulas y vasos sanguíneos, así como contar con la presencia de células del sistema inmunológico.
La preparación hormonal del endometrio, iniciada al final del periodo menstrual anterior, va encaminada a proporcionar un ambiente óptimo (celular y nutricional) para la llegada del blastocisto. Entre seis y siete días después de la fecundación, el blastocisto se implanta en el útero; después el trofoblasto comienza a proliferar con rapidez y se divide en dos capas:
1] Citotrofoblasto: la capa interna
2] Sincitiotrofoblasto: la masa externa, que es multinucleada y no permite observar los límites intercelulares.
Más adelante, el embrión comienza a crecer hacia la cavidad uterina por su lado abembrionario, porción recubierta por una fina cápsula de endometrio denominada decidua capsular. El polo embrionario está recubierto, en su parte inferior, por una capa de decidua denominada decidua basal, la cual participará en la posterior formación de la placenta madura. El resto de la decidua se denomina decidua parietal. En el tercer mes, a medida que comienza el crecimiento fetal y, como consecuencia, el feto llena poco a poco la cavidad uterina, la decidua capsular se aproxima cada vez más hacia la decidua parietal; del quinto al sexto mes la decidua capsular desaparece, quedando solamente la decidua parietal (véase la figura 3.8).