Esta glándula de secreción interna se encuentra en el cuello, delante de la tráquea. Actúa de manera directa en el aprovechamiento de la energía, es decir, regula el metabolismo e interviene en el crecimiento y el desarrollo del organismo.
Secreta dos hormonas: la triyodotironina (T3) y la tiroxina (T4). Para su constitución molecular, éstas requieren yodo, el cual se toma de la dieta y llega por la circulación sanguínea hasta la glándula. Además, la tiroides secreta calcitonina, una hormona que tiende a reducir la concentración extracelular de calcio y, en general, produce efectos contrarios a la hormona paratiroidea.
Las hormonas T3 y T4 ejercen su influencia prácticamente en todos los órganos del cuerpo. Actúan conjuntamente con la hormona del crecimiento para promover la formación de hueso; aumentan el metabolismo basal, la producción de calor y el consumo de oxígeno; por ello, alteran los sistemas cardiovascular y respiratorio para incrementar el flujo sanguíneo y el suministro de oxígeno a los tejidos. Asimismo, tienen un efecto importante en la maduración del sistema nervioso; su ausencia en el nacimiento produce retraso mental, que en este caso recibe el nombre de cretinismo.
La secreción de hormonas tiroideas se encuentra regulada por la hormona estimulante de la tiroides (TSH, por sus siglas en inglés), secretada por la adenohipófisis y regulada, a su vez, por un sistema de retroalimentación negativa mediante el eje hipotálamo-hipofisiario (véase la figura 2.20).