Mediante la inhalación, la sangre de los capilares pulmonares se satura casi por completo de oxígeno. Éste es transportado por la sangre, donde viaja unido a la hemoglobina, hasta llegar a los capilares de los tejidos. Ahí, el O2 se libera para ser utilizado por las células con el fin de obtener energía. Durante dicho proceso se generan grandes cantidades de CO2 que se difunden en dirección contraria al oxígeno, es decir, de los tejidos hacia la sangre, y de ésta hacia los alveolos pulmonares para ser espirado (véase la figura 2.10).