La enfermedad vascular cerebral (EVC) también está incluida entre las cinco causas de muerte más frecuentes de los adultos mayores de 65 años. Se trata de un padecimiento caracterizado por la súbita aparición de déficit neurológico, secundario a una alteración en la circulación cerebral. La EVC se divide en isquémica, donde se obstruye la circulación (infarto por trombo o embolia), y hemorrágica. Tiene una enorme trascendencia debido a las importantes secuelas que produce, pues comúnmente lleva a la dependencia de un cuidador que auxilie al enfermo en los actos elementales de la vida. Se presenta con mayor frecuencia en los hombres que en las mujeres.
En su fase aguda se denomina accidente vascular cerebral o apoplejía. Las manifestaciones de daño neurológico dependen de la zona del cerebro que se comprometa, por lo cual, son muy variadas. Sólo en la minoría de los casos en que el accidente vascular se limita y controla a tiempo, los pacientes pueden recuperar de manera considerable sus funciones neurológicas. Por lo general, las secuelas comprometen su independencia y conducen a una fase crónica en la cual el tratamiento con rehabilitación es de suma importancia.
Las enfermedades cardiacas, hipertensión arterial sistémica, diabetes mellitus, niveles altos de colesterol, antecedentes familiares de la enfermedad, tabaquismo y el abuso excesivo de alcohol son factores de riesgo de la EVC. El sedentarismo y la obesidad por sí solos no producen la enfermedad, pero cuando se encuentran asociados a uno o más factores, aumentan el riesgo.