Es un padecimiento en el que disminuye la masa de los huesos; provoca que se debiliten y aumenta la posibilidad de sufrir fracturas. Se dice que es una enfermedad "silenciosa" porque el desgaste del hueso ocurre sin manifestaciones clínicas.
Al igual que la piel, la mayor parte del hueso se forma antes del nacimiento, pero es renovado continuamente a lo largo de la vida. El tejido óseo nunca se encuentra en reposo sino que constantemente se renueva. Aun los huesos largos, que al llegar a la edad adulta han adquirido su forma y tamaño definitivos, son continuamente remodelados; el hueso viejo es sustituido por hueso nuevo. Este remodelamiento permite que el tejido óseo constituya una reserva continua del calcio que el organismo necesita para otras funciones, como la contracción muscular y la transmisión de señales dentro de las células.
La osteoporosis ocurre cuando el cuerpo no puede reemplazar el hueso a la misma velocidad que lo absorbe. Hasta los 30 años el cuerpo fabrica suficiente hueso para reemplazar el que se reabsorbe. La mayor cantidad de masa ósea se logra entre los 30 y 35 años y, posteriormente, comienza a descender. Después de la menopausia, la velocidad de pérdida ósea en las mujeres se acelera porque la disminución de estrógenos ralentiza la reposición de hueso. Una de cada tres mujeres de 60 a 70 años padece osteoporosis y, después de los 80 años, la estadística asciende a 70%. En el hombre la frecuencia es menor, aunque depende de los factores de riesgo asociados, como el bajo consumo de calcio durante la adolescencia y la etapa adulta, inactividad física, tabaquismo, alcoholismo, ingesta abundante de bebidas con cafeína, desnutrición o delgadez excesiva (véase la figura 7.3).
Para evitar la osteoporosis se deben consumir alimentos ricos en calcio y antioxidantes (véase el cuadro 4.3), realizar ejercicio a diario, evitar la delgadez excesiva, mantenerse en el peso normal, eliminar el consumo de tabaco y alcohol, e ingerir un gramo de calcio diariamente a partir de los 45 años.