7.3 SALUD Y ENFERMEDAD EN LA VEJEZ
Durante la etapa de la vejez ocurren múltiples cambios en todos los niveles del organismo, hecho que influye en la aparición de algunas enfermedades y que, también, dificulta la diferenciación entre lo normal y lo patológico. Con frecuencia se asume que un anciano presenta una molestia determinada "porque está viejo", cuando en realidad presenta una enfermedad que amerita atención médica, la cual puede mejorar significativamente su calidad de vida. La carencia de seguridad social y de una pensión que garantice una vida digna desde que se llega a la vejez hasta el día de la muerte, favorece esta minimización de la sintomatología senil en la población mexicana.
Entre las transformaciones funcionales, algunas de las cuales pueden ser confundidas con enfermedades y a la inversa, se encuentran:
- Apariencia: la nariz y las orejas aumentan de tamaño; la piel se torna áspera, menos resistente y aparecen arrugas y manchas de color oscuro; cambia el color del cabello, se hace más delgado y en ocasiones puede caerse; en orejas, nariz y barbilla aparecen vellos gruesos; la estatura disminuye a causa de modificaciones a nivel de los cuerpos vertebrales. En general, de los 60 a los 70 años se presenta un incremento de la grasa corporal, para disminuir gradualmente a partir de los 70 años; después de los 80 es común observar ancianos con peso normal o bajo.
- Cambios en el sistema nervioso central: modificaciones en los músculos y el sentido del equilibrio ocasionan que los ancianos caminen con mayor lentitud, encorvados y moviendo menos los brazos; que les cueste más trabajo sujetar objetos, levantarse de la cama o la silla, y que, en general, sus movimientos sean más cautelosos. Es frecuente que la memoria reciente se vea afectada y que el anciano recuerde notablemente sucesos que ocurrieron en el pasado. También puede suceder que se le dificulte desarrollar varias tareas a la vez.
- Disminución de la elasticidad de los tejidos: la acumulación de colágeno y la calcificación de la elastina deterioran la movilidad y la fuerza; los huesos se hacen frágiles y las articulaciones rígidas; el cerebro empequeñece, los vasos que lo irrigan se endurecen y las neuronas sufren atrofia; sin embargo, esto no implica una afección cognoscitiva.
- Disminución de la agudeza visual: se reduce la capacidad de adaptar la visión a la oscuridad y la producción de lágrimas; se hace más lenta la percepción de los objetos en movimiento.
- Disminución de la capacidad auditiva (presbiacusia): pérdida progresiva de la capacidad para oír altas frecuencias.
- Modificaciones en el sentido del gusto: aumenta la percepción de lo amargo y disminuye la cantidad de saliva; sumado a la pérdida de piezas dentales y alteraciones en el olfato, estos cambios provocan variaciones en las preferencias alimentarias.
- Cambios en la percepción del tacto: se perciben menos el calor, el frío, la presión, el dolor y el contacto; al cuerpo le resulta más difícil regular su temperatura.
- Aumento en la rigidez de la pared torácica: disminuye la fuerza de los músculos involucrados en la respiración y la capacidad elástica de los pulmones. Por ello, los ancianos presentan con frecuencia enfermedades respiratorias.
- Disminución en la producción y secreción de insulina: puede derivar en diabetes mellitus.
- Cambios en los riñones: complicaciones en la distribución de agua y electrolitos, por lo que los ancianos son más propensos a deshidratarse.
- Alteraciones en el hígado: dificultad para metabolizar los fármacos. Los ancianos requieren dosis ajustadas de acuerdo al estado funcional de su hígado.
- Modificaciones en el estado anímico: a lo largo de la vejez se viven múltiples pérdidas y procesos difíciles, como la muerte del cónyuge y la viudez. Este evento es uno de los más importantes en el terreno afectivo.
Los cambios biológicos por envejecimiento pueden ser modificados o compensados con ejercicio físico periódico y una alimentación baja en grasas y rica en antioxidantes y fibra, que incluya también la ingesta de suficiente agua. Sin embargo, finalmente las enfermedades derivan en la pérdida del funcionamiento sistémico y disminuyen la calidad de vida del anciano. Un adulto mayor es considerado sano cuando se mantiene funcional en los aspectos físico, mental y social, aun si presenta algún padecimiento crónico bajo control. La salud, su cultivo, su deterioro o pérdida están ligados a la vida social, los riesgos y retos ambientales, los alimentos consumidos, la vida productiva, la distribución desigual de los recursos económicos y, consecuentemente, al espacio que habitan los individuos y las comunidades.