La familia instruye aspectos importantes de la personalidad a distintos niveles. Hay aspectos que pueden confiarse a otras instituciones sociales, como la escuela, encargada sobre todo de la educación académica. Sin embargo, es casi imposible transferir la intimidad y el calor familiar a otra organización social. Compete a los padres educar la voluntad de sus hijos; fomentar su capacidad de esfuerzo, de entrega, su espíritu de cooperación y su capacidad para amar.
La familia debe proporcionar a los niños las bases para una buena relación afectiva con los demás. En los primeros años de su vida, esa corriente afectiva es una verdadera necesidad biológica, base de su posterior actividad fisiológica y psíquica. A medida que los niños crecen, cuenta menos el papel condicionante del afecto materno y familiar para dar entrada progresiva a factores externos.