En la actualidad, frecuentemente se habla de planes para mejorar la salud. Éstos se han vuelto indispensables para fortalecer y acelerar el proceso de desarrollo social y económico de un país. No obstante, también es tema central que un mayor nivel de desarrollo social favorece los niveles de salud. Lo cierto es que una sociedad saludable aprovecha mejor las oportunidades de educación, trabajo y esparcimiento.
Comúnmente se afirma que alguien está enfermo cuando tiene tos, catarro, diarrea o una lesión que le impide moverse. Al contrario, se afirma que alguien sanó cuando sus dolores o molestias han desaparecido. Tales expresiones son una mezcla de aspectos objetivos que cualquiera puede constatar (signos) y de sensaciones o aspectos subjetivos del individuo que, normalmente, se aceptan como reales (síntomas). Sin embargo, también existen ciertas alteraciones del organismo que pueden pasar inadvertidas durante periodos prolongados, como la hipertensión arterial, la diabetes mellitus y el cáncer. Este tipo de alteraciones suele identificarse mediante aparatos especiales, estudios de laboratorio o análisis microscópicos y bioquímicos de fracciones de órganos y tejidos. Así, una persona que no manifiesta signos ni síntomas puede perder en forma súbita la noción de estar sano y enfrentar de pronto una enfermedad incurable e, incluso, una corta expectativa de vida.
De lo anterior se concluye que la enfermedad es la expresión del funcionamiento incorrecto de los sistemas, órganos y tejidos. Sin embargo, resulta difícil establecer con precisión en qué momento una parte del cuerpo ha dejado de funcionar correctamente y, todavía más difícil, saber cuánto tiempo pasará antes de que tal falla sea perceptible. Es común que una alteración inicial dé origen a otra que, a su vez, permita reconocer la presencia de alguna enfermedad.
Saber si una persona está sana es aún más complicado. A modo de broma se dice que un individuo sólo permanece sano mientras no haya acudido a consulta médica, lo que significa que es relativamente fácil para el doctor encontrar alguna evidencia de que un individuo tiene al menos una alteración leve (v. gr.: una falla de la visión, una pieza dentaria con caries o peso anormal). No obstante, tampoco es factible pensar que nadie está realmente sano. Para enfrentar esta cuestión se han llevado a cabo innumerables reuniones de expertos y se han publicado infinidad de documentos. Como dato curioso, al buscar en Internet la definición de salud, aparece un listado de casi un millón de páginas. Según la de la Organización Mundial de la Salud (OMS), "la salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no sólo la ausencia de enfermedad o dolencia". Desde que en 1946 el croata Andrija Stampar propuso esta definición, aparecieron expresiones de inconformidad e incluso burla al respecto pues parece inalcanzable la posibilidad de encontrar y mantener un "completo bienestar".
Se ha dicho que la salud no es un "estado" sino una condición dinámica y cambiante, incluso en periodos muy breves, por lo que una persona puede sentirse muy bien en un momento del día, pero en otro no. Durante las últimas décadas se ha consolidado una tendencia que considera la salud como la capacidad del individuo de mantener el funcionamiento de su cuerpo en buen estado. Lo elemental es que la persona sea capaz de llevar a cabo de manera independiente ciertas actividades básicas como levantarse, asearse, vestirse y alimentarse. Luego se agregan actividades como estudiar, trabajar, jugar y otras de carácter complejo. Desde esta perspectiva, alguien puede considerar que tiene buena salud aunque no sea capaz de realizar una actividad física intensa, como jugar un partido de futbol. También se puede percibir como enfermo a un individuo con grandes capacidades físicas, pero incapaz de relacionarse adecuadamente con otras personas.
Pero más allá de estas definiciones, es muy importante establecer las responsabilidades de cada individuo y de las organizaciones comunitarias para lograr que la sociedad cuente con mejores niveles de salud. Por ejemplo, en la utilización de vacunas, los individuos tienen la responsabilidad de acudir a vacunarse y las instituciones de salud, sean públicas o privadas, la de aplicar la vacuna. Cuando lo anterior se cumple de manera cabal, después de un cierto tiempo es posible, incluso, llegar a erradicar una enfermedad, como sucedió con la viruela. Desafortunadamente, no siempre es tan fácil entender y acatar medidas preventivas como la vacunación. El tabaquismo representa un escenario totalmente distinto. A pesar de que se sabe que fumar es un hábito que perjudica la salud más que cualquier otro, pues puede producir cáncer pulmonar, infartos al corazón, asma, bronquitis crónica, enfisema pulmonar, infecciones respiratorias y hasta disfunción sexual, muchos individuos continúan fumando, algunos aun ante la presencia de enfermedades. En este caso, las instituciones de salud tienen la responsabilidad de divulgar los efectos nocivos del tabaco, y los fumadores la de decidir por voluntad propia abandonar el hábito del tabaquismo, con el fin de mejorar la salud a nivel social y, consecuentemente, favorecer el desarrollo nacional.