Enciclopedia de Conocimientos Fundamentales
UNAM ˜ SIGLO XXI


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2.3. REPRODUCCIÓN DE LOS INDIVIDUOS

2.3.1 Reproducción asexual

Una de las características de los seres vivos es su capacidad para reproducirse. La existencia y el desarrollo del individuo a través del tiempo se aseguran por medio de la reproducción, que implica la herencia como fenómeno inseparable. Se conocen muchas formas de reproducción, pero éstas pueden agruparse en dos grandes grupos: asexual y sexual.

Al hablar de reproducción asexual es menester hacer la diferenciación entre la división celular que implica la generación de organismos unicelulares a partir de una célula progenitora y que se hace por mitosis en el caso de los eucariontes o por duplicación del material genético, seguida de crecimiento y formación de un tabique de separación en el caso de las bacterias; y la división celular que es imprescindible para formar nuevas células en un organismo multicelular en crecimiento o para reemplazar las células perdidas.

La reproducción asexual se caracteriza por dar origen a nuevos individuos a partir de la división de células somáticas, es decir, se efectúa sin la intervención de gametos. La mayor parte de los organismos unicelulares que se reproducen asexualmente como el Paramecium caudatum, lo hacen por medio de la división binaria en la cual una célula progenitora forma por mitosis dos réplicas exactas de ella. Existe también la fisión múltiple caracterizada por la división de una célula en muchas células hijas denominadas esporas, tal como ocurre en el Plasmodium, protozoario responsable del paludismo o malaria, y en los hongos que se reproducen comúnmente por este mecanismo.

Otros organismos, como la levadura de cerveza, Saccharomyces cerevisiae, se reproducen por gemación, es decir, forman una pequeña saliente o yema, que posteriormente se separa de la célula progenitora. En algunos protozoarios se forma una yema interna que finalmente abandona el cuerpo del progenitor.

Muchos organismos multicelulares como las anémonas y las hidras también se reproducen asexualmente; las primeras pueden dividirse para formar dos anémonas iguales y perfectamente formadas y las hidras, en determinado momento producen una yema externa que en poco tiempo se transforma en una réplica exacta de la hidra adulta.

Existen organismos, como las esponjas, que forman yemas internas constituidas por células protegidas por una cubierta, destinadas a resistir las bajas temperaturas o la desecación. Cuando las condiciones del medio son favorables, las células que forman la yema salen de su capa protectora y forman por división celular un nuevo organismo. Muchos gusanos y equinodermos, entre los que se encuentran las estrellas de mar, se reproducen asexualmente por la fragmentación de su cuerpo en varios pedazos, seguida por la regeneración de las partes faltantes.

La reproducción vegetativa característica de muchos vegetales implica la separación de grandes fragmentos de la planta, que pueden desarrollarse independientemente para formar nuevos individuos. Pero también se utiliza prácticamente cualquier parte de la planta para formar nuevos retoños: yemas, tallos rastreros, tubérculos, hojas, bulbos, etc. Esta cualidad de las plantas ha sido aprovechada para mejorar la calidad de los cultivos usando las diversas técnicas de propagación.

La partenogénesis es un tipo de reproducción en la que sólo interviene el óvulo; se trata de una reproducción muy particular que no es asexual (participa el óvulo) ni sexual (no hay unión de óvulo y espermatozoide). En este proceso, las hembras producen óvulos que se desarrollan en adultos sin el concurso del macho. Se encuentra muy extendida en el reino animal; las abejas y los pulgones del rosal son ejemplos representativos de este fenómeno. La partenogénesis de las abejas es facultativa, es decir, el óvulo puede o no fecundarse. Si se desarrolla por partenogénesis da origen únicamente a machos denominados zánganos, pero si se fecunda, de los huevecillos nacerán hembras, las llamadas obreras.

En el caso de los pulgones, las hembras nacidas en primavera son vivíparas y partenogenéticas y de ellas nacen solamente hembras, las cuales colonizan rápidamente el entorno favorable. En otoño, estas hembras forman machos y hembras que se aparean para formar los huevos de invierno, que toleran la estación fría, hasta la primavera siguiente cuando de ellos salen nuevamente las hembras partenogenéticas. Este interesante ciclo de vida está determinado por factores externos: la abundancia de alimento y el clima.


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