Desde que surgió la especie humana, hace más de 100 000 años, hombres y mujeres se han preguntado cómo apareció la especie y el resto de seres vivos que habitan el planeta. En la antigüedad, los humanos trataron de entender la naturaleza con base en concepciones religiosas; creyeron que por la acción de uno o varios seres omnipotentes, se pudieron crear todos los seres vivos y que éstos se mantienen tal y como los conocemos. De ello dan cuenta mitologías como la egipcia o la griega y tradiciones religiosas como la judeocristiana.
Una creencia se refiere a algo que es dado por cierto aunque no haya sido demostrado. Una teoría científica, por el contrario, es un planteamiento lógico que explica los fenómenos naturales, con base en la aplicación de diversas metodologías que le dan un grado considerable de certeza. Es decir, no son ideas arbitrarias, sino explicaciones plenamente demostradas y confrontadas con los hechos. De este modo, aunque tanto las creencias como las explicaciones científicas son respetables como expresiones humanas, no tienen la misma validez como explicaciones de la naturaleza.
Tuvo que pasar mucho tiempo para que las creencias sobre el origen divino del universo y de los seres vivos dieran paso al planteamiento de las explicaciones científicas. Fue a finales del siglo XVIII y principios del XIX, cuando empezaron a plantearse teorías basadas en fundamentos naturales, donde se discute acerca de la transformación de las especies y del origen natural de los seres vivos, incluyendo los humanos.
Durante este periodo, las explicaciones históricas, fundamentales para los naturalistas que pensaban que los seres vivos evolucionaban, se convirtieron en un tema esencial. En estos años se produce una transformación en la visión estática del mundo, al introducirse la idea de cambio a través de largos periodos, tanto en la Tierra como en los seres vivos. Así, a principios del siglo XIX algunos naturalistas se plantearon la posibilidad de que las especies se transformaran y fue Jean Baptiste, conde de Lamarck, quien en 1807 postuló la primera teoría coherente para explicar este proceso.
Lamarck fue el primero en ofrecer un panorama organizado del desarrollo histórico de los seres vivos y encontró que el mejor modo de conocer los organismos era en función de su interacción con el ambiente y su adaptación a él. Algo muy importante es que trata de explicar racionalmente estos procesos, es decir, basado en argumentos y demostraciones. Así, en 1807, en su libro Filosofía zoológica planteó sus ideas sobre cómo es que los organismos se transforman al adecuarse al ambiente y cómo se adaptan a él.
Lamarck sostiene que en la naturaleza existe una gradación sutil, que va de los animales más simples a los mamíferos y al ser humano. Sin embargo, dentro de cada grupo, las especies no siguen esta gradación, sino que se diversifican debido a que los cambios del medio provocan transformaciones que les permiten adaptarse mejor a él, y que son heredadas a sus descendientes. De este modo, piensa que la transformación de los seres vivos se debe a causas naturales y no interpreta este proceso como un acto creativo de alguna divinidad.
El mecanismo de transformación de Lamarck plantea que un cambio permanente en el ambiente produciría en los organismos un cambio en sus necesidades, lo que conduciría al desarrollo de nuevas acciones que traerían como resultado nuevas costumbres. Estas nuevas costumbres implicarían un uso mayor de ciertas partes del organismo (que se agrandarían o transformarían) y el desuso de otras (que tenderían a desaparecer); esos caracteres adquiridos durante la vida del organismo serían transmitidos a sus descendientes. Este proceso, sostenido durante largo tiempo, traería como consecuencia la transformación de las especies.
Aunque la idea de la evolución era compartida por algunos científicos de su tiempo, la teoría de Lamarck no tuvo mucha aceptación; varios de los conceptos que el investigador incluyó en su explicación sobre la transformación de las especies no resistieron el avance del conocimiento sobre el tema. Muchas de sus ideas no fueron compartidas por sus contemporáneos y gran parte de ellas no se consideran válidas actualmente, como el concepto de herencia de los caracteres adquiridos o el del uso y desuso de los órganos. Sin embargo, Lamarck contribuyó de manera importante a la gradual aceptación de la evolución biológica y su teoría representó un gran avance en la explicación sobre la evolución de los seres vivos.
Algunos años más tarde, en 1859, Charles Darwin publica el libro El origen de las especies, donde expone una teoría que explica con suficiente claridad el hecho de la evolución y plantea posibles mecanismos que la esclarecen. De manera paralela, Alfred Russel Wallace (1823-1913) había llegado a conclusiones muy similares, por lo que se considera que ambos autores son los constructores de la teoría de la evolución por selección natural, que constituye la base del evolucionismo contemporáneo.
En términos generales esta teoría sostiene que el proceso evolutivo involucra dos aspectos fundamentales: el origen azaroso de la variación, y el mantenimiento o eliminación de ésta mediante el mecanismo de la selección natural. Esto significa que cuando aparece de manera casual una variación dentro de una población (o conjunto de seres vivos), puede ser que la nueva característica sea ventajosa o no para los organismos que la portan. El que sea favorable o no depende de las condiciones ambientales particulares. El hecho de que sea ventajosa significa que permite a los organismos tener una mayor capacidad de supervivencia y reproducción.
La selección natural, entonces, de acuerdo con las características de los individuos, posibilita que algunos sobrevivan y otros no, que algunos se reproduzcan más que otros, o que algunos tengan más descendencia que otros. Esto quiere decir que existe una adaptación diferencial dentro de la población, causante del aumento en la proporción de ciertos organismos poseedores de alguna característica que les confiere ventajas en la supervivencia o la reproducción, proceso que con el paso del tiempo modificará las características generales de la población y, por tanto, de la especie.
Después de la publicación de El origen de las especies en 1859, se aceptó el hecho de la evolución, pero se cuestionó fuertemente acerca de los mecanismos que tienen lugar en el proceso, asunto que sigue generando polémica aun en nuestros días. Algunos años después, en 1945, se planteó la teoría sintética de la evolución, que constituye el marco general unificador que da cuerpo a este gran programa de investigación que es el evolucionismo. La evolución es aceptada como un hecho, y la selección natural como el principal mecanismo que explica la diversidad y la adaptación de los seres vivos, además de la consideración de otros mecanismos, como la deriva génica. La evolución es concebida como un proceso en el que intervienen el azar, producto de la recombinación genética y de las mutaciones, y la necesidad, resultado de la respuesta que deben dar los individuos ante un ambiente cambiante e impredecible.
En la actualidad se considera que la evolución de los organismos es una conclusión científica que puede ser aceptada con tanta confianza como el hecho de que la Tierra es redonda o de que los planetas se mueven alrededor del Sol. Para llegar a esta afirmación, los científicos han recurrido a las aportaciones de diversos campos de estudio de la biología, como son la paleontología, la embriología, la ecología, la genética y la biología molecular, entre muchas otras disciplinas.
La paleontología y la anatomía comparativa fueron, hasta mediados del siglo XX, las disciplinas biológicas que proporcionaron la evidencia más sólida para la evolución y la mejor información acerca de la historia evolutiva. Se obtuvo conocimiento adicional a partir de la embriología comparativa (el estudio del desarrollo temprano), la etología comparada (el estudio del comportamiento animal) y la biogeografía (el estudio de la distribución geográfica de los organismos). En los últimos años, la biología molecular da pruebas irrefutables de la evolución de los organismos.
Gracias a los conocimientos que han sido desarrollados por estas disciplinas, la teoría sintética de la evolución ha aportado avances a cuestiones que no podían responderse en tiempos de Darwin. De acuerdo con ella, la evolución tiene lugar en varios niveles, la selección natural puede ocurrir entre moléculas, entre organismos e incluso entre especies. La selección natural es el mecanismo fundamental que orienta la evolución al seleccionar las variantes (en los diferentes niveles evolutivos) con mayor adecuación. Pero la selección sólo puede ocurrir si existe variación, la cual surge fundamentalmente por el proceso aleatorio de la mutación genética.
De este modo, los evolucionistas señalan que entre los procesos más relevantes que explican estos cambios se encuentran: la interacción entre los organismos y su ambiente, la cual es distinta en cada momento y cada lugar; la continuidad de las características de los organismos, que ocurre por medio del mecanismo de la herencia, y la aparición continua de variación como resultado de la recombinación genética y las mutaciones. Es importante señalar que las variaciones o modificaciones en la estructura o funcionamiento de los organismos no surgen para resolver sus necesidades, sino que aparecen sin un fin determinado. Son las condiciones ambientales presentes en un tiempo y lugar particulares las que determinan si el cambio es benéfico o no.
Los evolucionistas también están interesados en esclarecer la historia de la evolución, es decir, buscan determinar las relaciones de parentesco que existen entre distintos organismos y proponen cuándo se separaron los linajes que llevan a las especies vivientes, formando los llamados árboles filogenéticos.
Otro objetivo de estos investigadores es explicar cómo aparecieron los grandes grupos de seres vivos, como son los invertebrados, peces, anfibios, reptiles, aves y mamíferos, y también cómo es que se extinguieron grandes grupos como los dinosaurios, proceso que ha sido denominado macroevolución. De este modo, las investigaciones en el campo del evolucionismo buscan conocer la sucesión histórica de los organismos, proponen los ritmos según los cuales se lleva a cabo la evolución y describen la multiplicación y la extinción de especies y otros aspectos relacionados.
El evolucionismo, por tanto, es un conjunto de "grandes teorías" desarrolladas por los científicos, que tratan de resolver temas profundos. Por ejemplo: ¿Cómo se originan las especies? ¿Cómo se transforman? ¿De dónde proviene el ser humano? ¿Cómo surgió la vida?